Pour cette fois, je ne ferai aucun commentaire ! Joachim a pris la peine de rédiger en espagnol le résumé du weekend : accroche-toi au dictionnaire !
Sabado, 29 de marzo:
El jueves llegó el mail de los planes para este fin. A causa de mucha chamba los extranjeros no han podido salir frecuentemente con los trepacerros, pero esta vez no pudieron resistir. La atracción era demasiado grande para quedar en los asuntos de Matlab. El plan para sabado era hacer 7 rapeles terminando en la cascada de chipitin de 70 metros y para el domingo Matacanes, uno de los cañones más fantásticos del mundo.
El sabado nos reunimos (Sergio, Oscar, Joaquin el toquallo, Zahyra, Andrea, Poncho, Etienne y yo, Joachim) a las seis de la madrugada para ponerse al camino para ir más alla. Nos levantamos en la madrugada porque unos todavia andaban crudos y cansados del concierto anoche de Café Tacuba. Un chavo se puso demasiado mala copa anoche que tuvo que regresar a cama despues de que nos dió un ride.
Así llegamos allá y empezamos a luchar por los chalecos salvavidas más chidos y al fin y al cabo Poncho se llevó el premio de un chaleco negro con rayas rosas.
Empezabamos a bajar y por suerte las chavas (Andrea y Zahyra) pudieron conseguir un ride llevando todos las mochilas a potrero. Los demás quedaron y bajaron corriendo hasta otro chavo con su camioneta le dio lástima y nos dio tambien ride hasta el punto más bajo, la salida de Matacanes. Desde aquí subimos rapido a potrero. Llegamos, comimos (panque y otros cosas para dejar crecer los musculos) y nos pusimos ropa adecuada para los rapeles. A este tiempo surgieron por la primera vez el nombre pandita banda, cuya señal era una pandita pegado en el casco y el grupo acerca de los springbreakers, cuya señal era un traje de baño de muchos colores. Por fin la pandita banda empezó a bajar los primeros rapeles cazados por mosquitos hambrientos a sangre europeo (No es que a los mosquitos no les gusta la sangre mexicana pero los mexicanos llevaron pantalones y playeras con mangas largas). Los mosquitos eran tan pesados que Andrea se puso fango a todas las partes de su cuerpo que su wetsuit no cubría.
Los primeros tres rapeles eran secos y así era más facil a familiarizarse con la tecnica de rapelear. Siguiendo el camino, llegamos después al primer rapel que llevó agua fresca. Realmente, el agua era gélido y de parte de mi nadé lo más rapido que podía para alcanzar las orillas del pozo. Así continuamos de un rapel a otro, cada vez con una temperatura del cuerpo más bajo que antes, porque no habia nada de sol, ni una raya que nos calentaría. Pero ni modo, los trepacerros siguieron con una actitud increible y contemblaron la naturaleza magnifica. Entonces llegamos hacia las seis arriba de la cascada de chipitin. La vista era impresionante y el frio inquietante. Para no sufrir tanto dolor de frio comimos todos los chocolates y galletas que quedaron. A mi me convinieron los dulces y repentino no tuve que temblar más. Sergio bajó por primero hasta la mitad y aseguró el final de la cuerda en el árbol para evitar el peligro de pendular. Yo bajé después de Sergio. La combinación del frio y del viento me erizó el vello, por supuesto no de miedo. Poco a poco bajé y entré en la cascada. Las gotas de agua que cayeron en mi casco convirtieron en una corriente fuerte que caló toda la ropa. En la mitad del primer rapel paré y eché una vista al entorno. Unas partes de la roca de la cascada estaban cubiertas de musgo de un verde increible profundo. A la izquierda alzaba una pared de rocas impresionante y debajo resplandecía el agua verde en los pozos hondos. Era una vista rica de tesoros de naturaleza.
Así cada quien bajó y nos reunimos todos alrededor del árbol que nos protegó. Del arbol empezó el último rapel cual también me gustó mucho porque en partes flotamos totalmente libres en aire. A causa de ya era tarde, a Sergio y a Oscar les tocó rapelear en oscuridad. Despues de sacar todas las cuerdas subimos rapidos y con un chorro de hambre dirigiamos en dirección a nuestro punto de partida. Comimos unos huevos con tortillas. No era algo especial pero a mi me encantó; o como se dice, a buen hambre no hay pan duro. Con las panzas llenas nos pusimos al camino a nuestro campo de dormir. Aquí también encontramos con los demás del grupo que iba a ir con nosotros el proximo día a Matacanes. Por fin me fui a mi tienda y me durmí muy rapido.
Domingo, 30 de marzo
Hacia las diez nos (Sergio, Oscar, Andrea, Zahyra, Etienne, Joaquin, Poncho, Shemra, Javier, Iris, Enrique, Alan, Ernesto y yo Joachim) pusimos al camino al principio de Matacanes. Unos con wetsuit, otros de tipo Springbreaker. Por suerte el tiempo era mucho mejor que el dia anterior. El sol era fuerte y nos calentó. Así empezabamos con un rapel muy chido. Bajabamos en dos y dos para dar segura a cuales que nunca han hecho rapel. Tardó un poco porque eramos númeroso, pero ni modo, de buen humor todo estaba bien. Caminamos y llegamos a un lugar hermoso. Arriba de nosotros eran placas de roca de cuales goteaba agua. Es dificil para describir pero cada quien va a recordarse de este sitio. Sacamos unas fotos del grupo y seguimos. El proximo punto culminante era un túnel. El agua en el túnel era tan alto, que solamente pudimos respirar cuando alargabamos el cuello. Todos vencian sus miedos y continuamos al segundo rapel a la cueva. Luego sigió el salto a la oscuridad. No pudimos ver nada porque todavia estabamos en la cueva. Era una experiencia incomparable saltar y nadar en oscuridad y no saber donde estaba el camino. Salimos de la cueva y seguimos hasta una playita donde rellenabamos nuestras panzas con galletas o por ejemplo Alan con arroz y pulpo. Allá unos (entre ellos por ejemplo yo) descubrieron su infancia de nueva y empezbamos a echar algas. Despues seguímos y llegaron al licuadora, una estructura con un paseo serpenteado. Pero más que nada vale la pena la segunda cueva. De nuevo nadamos en oscuridad hasta por fin pudimos vislumbar en el horizonte los primeros rayos de luz. El agua brilló en un azul/verde profundo. Arriba de nosotros cayeron gotas de agua del techo de la cueva. Era increible. Si alguien sacó fotos de allá avisanme por favor. Para mi el matacanes es una de las cosas más bonitas que he visto aquí en México.
Así con toda la impresión que absorbiamos continuamos a los saltos. Entre ellos unos alcanzaron una altura de casi 11 metros. Unos trepacerros pelearon con su mismo pero al fin y al cabo todos brincaron. Vimos diferentes técnicas de saltar por ejemplo pasos en aire o con brazos estirados pero lo unico que cuentó era que todos llevaron una risa en su cara cuando llegaron a las orillas.
Felices pero ya agotados y cansados tratamos a bajar más rapido y por fin llegamos abajo a las 7. Nos mudamos de ropa, arreglamos las mochilas y todos de los catorce treppacerros subieron al carro de Enrique para ponerse al camino. No tuvimos tanto espacio pero eramos contento que no tuvimos que subir a pie. Más o menos una hora luego reunimos de nuevo para comer unas campechanas ricas en el “restaurante” del gordo grosero. Depués llenos, felizes y cansados todos regresaron a su casas para prepararse para el proximo día.
Era un fin de semana extraordinario.